viernes, 25 de julio de 2008

El misterio de la Calavera de Goya



La mayoría de gente sabe que Goya murió en Burdeos en 1828. Personaje de ideas políticas más afines a las francesas que a las españolas borbónicas de la época, halló refugio en Francia al igual que otras tantas personas exiliadas durante guerras a través de la historia y el tiempo.


Lo que generalmente se desconoce es el periplo que el cadáver de Goya tuvo que atravesar hasta su regreso a España, así como que el cuerpo de Goya descansa sin su cabeza, y que aun hoy en día, resulta un misterio lo que ocurrió con ella.


Cómo ya he dicho, Goya fallece en 1828 y pese que en su testamento pide ser enterado en Madrid, sus huesos hayan reposo en la Iglesia de San Francisco de Burdeos, junto a los restos de su amigo y consuegro, Don Martín Goicochea, el cual yace enterrado desde hace varios años en su propio mausoleo.


Allí descansa el pintor hasta que en 1880, por esas cosas de la vida, encuentra el ruinoso panteón el cónsul español establecido en Burdeos, y decide que los restos del genial pintor deben descansar en Madrid. Tras mucho dar la murga a la administración pública admiten la propuesta y comienzan la construcción de un panteón en la iglesia madrileña de San Isidro donde enterrar a todos los exiliados durante la guerra de Independencia. Las obras finalizan en 1886 y quedan dispuestos los nichos para el regreso de hombres ilustres como Moratín, Meléndez Valdés y Donoso Cortés.


Sin embargo, pese a que las buenas ideas abundaban en aquel entonces del mismo modo que abundan hoy, se encontraban con la misma falta de apoyo por parte de la administración pública, que encontraba un gasto demasiado elevado el trasladar de manera oficial los restos de Goya, con lo que desde Madrid le proponen al cónsul encontrar a algún veraneante español para que aproveche el viaje y traiga los restos del pintor como una maleta más. Este proceder no agrada al cónsul y entre pitos y flautas el traslado del cadáver del pintor se retrasa todavía hasta que se encuentra una vía burocrática que permita el traslado de una forma honrosa


Tras un par de años se consiguen los permisos necesarios para el traslado de Goya. Se abre el mausoleo de Goicochea y se extraen dos viejos ataúdes, uno, el más cercano a la puerta, la caja de Goya, pues murió más tarde y como es lógico, fue enterrado en último lugar, la otra, la de su consuegro Goicochea. La familia de Goicochea exige entonces su traslado a Madrid, pero la administración, al ver que son entonces dos cajas las que se deben trasladar, se niega argumentando el excesivo gasto del traslado. La única opción es el trasladar los dos cuerpos en una misma caja, a lo que la familia madrileña de Goicochea se niega rotundamente. El "burocraticismo" se alarga hasta el 1899 donde se decide meter los dos restos en una sola caja, pero separados en cajas más pequeñas. Es en ese momento en el que se procede a la apertura del ataud de Goya y se encuentran con la sorpresa, y es que el cadáver de Goya descansa sin su cabeza.


Siendo que el traslado de los cuerpos se había largado tanto se postpone el encontrar la cabeza y los restos son trasladados a San Isidro en Madrid, donde se celebra una misa por los allí enterrados y exiliados, los cuerpos de los cuales esperaban desde hacía diez años a que llegara el cuerpo de Goya para oficiar la misa.


Una vez pasados veinte años desde su descanso en San Isidro, a la nueva administración se le ocurre trasladar los restos de Goya y Goicochea, compañeros de caja desde el 1899 en Burdeos, sean trasladados a la ermita de San Antonio de la Florida, donde permanecen en la actualidad.


La cabeza

Mientras se sucede todo este periplo, comienzan investigaciones, hipótesis y habladurias sobre la cabeza de Goya, algunas más románticas y otras menos.


La más romántica la que habla de que el pintor, en su lecho de muerte, pidió que al morir se le cortara la cabeza y fuera depositada junto a un pie de su querida duquesa de Alba. Curiosamente, cuando decenas de años más tarde e procedió a desenterrar el cuerpo de la duquesa para verificar si fue envenenada o muerta por tuberculosis, se descubrió que le faltaba uno de sus pies.


Otra de las teorías, menos romántica sin duda, cuenta en tiempos donde la frenología estaba tan de moda, la cabeza del pintor fue profanada para estudiar su cerebro y poder ver donde residía su genialidad. Fuere como fuere, estaba sabido antes de desenterrar el cuerpo por primera vez que su cabeza no se encontraba ahí, aunque nadie podía atestiguar donde estaba realmente.


En 1928 aparece un cuadro que da una nueva vuelta a la cabeza del genio, el cuadrito, del pintor Dionisio Fierros, retrata un craneo sin mandíbula. En la parte de detrás del lienzo puede leerse "craneo de Goya pintado por Fierros". El cuadro
fue pintado en 1849, años antes de que se abriera la tumba para su traslado a Madrid. Cuando se investigó esta hipótesis uno de los nietos de Fierro afirmó que el pintor contaba con un craneo que decía que era de Goya y por lo visto, la mujer de Fierros corroboró esta historia. Por desgracia, la historia concluye cuando uno de los hijos de Fierros, estudiante de medicina, se la llevó a la universidad de Salamanca para sus prácticas y fue destruida durante un experimento.



miércoles, 9 de julio de 2008

El coloso no es de Goya


Durante tiempo existió la sospecha de la autoría de este cuadro por parte del maestro aragonés Francisco de Goya y Lucientes, pero parece ser que por fin se ha confirmado lo que en círculos más eruditos ya se sabía, y es que el mítico cuadro "el Coloso" de Goya no fue pintado por él, sino por un discípulo prácticamente desconocido por sus biógrafos llamado Ascencio Julià.

La razón la han obtenido al realizarle al cuadro unas placas en rayos X que revelan varias versiones anteriores antes de dar forma al cuadro, lo cual ha resultado definitivo para sus restauradores, pues Goya pintaba siempre sus cuadros de una sola vez y con trazos enérgicos, y era muy extraño que tuviera que realizar correcciones, correcciones que el coloso, al parecer, tiene en multitud.

El cuadro El Coloso, ahora de Ascencio Julià

El cuadro muestra la figura de un coloso, un gigante enorme y desnudo, avanzando impasible destruyendo todo a su paso. En el lado más bajo del cuadro, podemos ver a la gente huyendo de esta figura y solamente un pequeño burro, permaneciendo impasible frente al terror que provoca. Su interpretación viene dada como una imagen de todos los desastres de la guerra, representada como el coloso, y como solo los ignorantes no la temen.


De momento el museo del Prado ha retirado de exposición el cuadro esperando ver donde colocarlo y evidentemente, relacionarlo adecuadamente con su verdadero autor.


Pero las dudas sobre Goya no terminan en El Coloso, ya que se están investigando casi 180 cuadros que pudieran no pertenecer al aragonés. El siguiente en tela de juicio es Saturno devorando a un hijo un clásico cuadro de la Quinta del Sordo que al parecer y a falta de confirmación, fue dibujado por su hijo Javier, único superviviente de los ocho hijos que tuvo con su esposa, Josefa Bauyeu. La Quinta del Sordo fue el último refugio de Goya en los años más tortuosos de su vida, totalmente sordo y enajenado mentalmente, pintó en las paredes de aquella casa a orillas del manzanares, las obras más destacadas de su "época oscura". El perro, precursor cien años antes del surrealismo más vanguardista, la romería de San Isidro o mis favoritos, el Aquelarre y el nombrado y ahor apolémico Saturno devorando a sus hijos.


Todo se verá, supongo, pero para un servidor desde luego que 180 cuadros menos no serán suficientes para no tener a este pintor como el más grande de la historia de España. Al contrario, casi que tendrá más mérito.


La noticia en BBC

jueves, 3 de julio de 2008

La tribu aislada del amazonas ya era conocida

Hace unos días todos los medios se hicieron eco de la fotografía que el brasileño Jose Carlos Meirelles, firme activista de la defensa del pueblo indígena, realizó mientras sobrevolaba la selva amazónica. La fotografía, tomada desde el aire, mostraba a unos diez indios, con los cuerpos coloreados de un rojo "ritual" enfrentándose con palos y arcos lo que para ellos sería poco menos que un pájaro de hierro.


Tras la publicación de aquella foto todos los medios comentaron que aquella era una tribu nunca antes encontrada o clasificada, y que jamás había tenido un contacto con nuestra civilización.


Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Según el diario The Guardian esta tribu ya era conocida desde el año 1910.


El supuesto hallazgo fue posible por la expedición que lideraba el fotógrafo que captó las imágenes tras sobrevolar con una avioneta la zona, en la frontera brasileña con Perú. La expedición estaba coordinada por la Fundación Nacional del Indio de Brasil (FUNAI) y Survival Intertational, una organización internacional de apoyo a los pueblos indígenas en todo el mundo. Tras la publicación de las fotografías, Meirelles defendió en nombre de Survival International las imágenes como pruebas de la criminalidad del hombre contra la naturaleza y pidió la protección de las tribus.


Pero lo que el fotógrafo ha dicho ahora es que la zona donde se encontraba el grupo de indios era ya conocida por FUNAI desde hace dos décadas y la tribu está controlada desde hace casi un siglo. También ha contado que su misión a la zona vino para probar la falta de contacto de algunos grupos humanos de la selva amazónica con la civilización y cómo afecta la industrialización a la tala ilegal en el Amazona