Es innegable que la religión cristiana heterodoxa ha tenido un enorme impacto en la historia de nuestro occidente. A través de la religión y en el largo camino que ha recorrido la humanidad, son centenares las obras artísticas o literarias, así como eventos de importancia histórica, que se han construido en torno a los acontecimientos que se relatan en la Biblia y que han marcado el cristianismo así como toda su mitología. Y decimos bien, mitología, porqué desde este blog vamos a intentar aproximarnos, en esta y una posterior entrega, a uno de los capítulos más conocidos del sagrado libro desde el punto de vista mitológico. Desde su revisión más histórica, y dentro de un texto pretendidamente más analítico, ahondando dentro del concepto de mito más que hablando del mito en si.
Las diferentes festividades que hoy tenemos relacionadas en general con el cristianismo, sus santorales más conocidos así como las fiestas más celebradas por la práctica totalidad de países occidentales, es resultado de toda una evolución desde las culturas que antecedieron al cristianismo. Nada surge sin un porqué y del mismo modo que dónde hay iglesias actualmente, en el pasado habría otro tipo de templo relacionado con otra cultura, dónde ahora celebramos nuestras fiestas anteriormente habría otras de carácter pagano, de influencia más romana o ibérica que no tan celta como somos dados a pensar gracias a las influencias new age de los años 40 y la creación de la wicca.
Las fechas de la Navidad
Antes de que la navidad existiese, en estas fechas varias culturas celebraban fiestas de gran importancia. En Roma, se celebraban las saturnales, festividades que iban desde el 17 de diciembre hasta el 24, y en las que se rendía culto a Saturno, padre de Dioses… En estas fechas se daba rienda suelta a los placeres del alcohol y la carne, desaparecía el orden social y los esclavos gozaban durante esos pocos días de una aparente “independencia”, donde podían jugar con sus amos a los dados. No se realizaban juicios, no se podía penar a nadie a muerte y las escuelas cerraban. Eran días de beber y disfrutar. En estas fiestas, muchas veces se regalaban figuritas de barro cuya finalidad está discutida hoy en día, posiblemente representaciones lararias (dioses del hogar) o del propio Saturno.
En el antiguo Egipto, religión tan comparada en tantas ocasiones con el cristianismo, el 24 de diciembre se celebraba el nacimiento del Dios Osiris. Cuando Ra se enteró de la infidelidad de su esposa embarazada, Nut, la maldijo para que no pudiera parir en ningún día del año, pero Nut, gracias a su amante, el Dios Thot, logró que el año, de 360 días, se alargara cinco más para que Nut pudiera dar a luz. Nació primero Osiris, el 25 de diciembre, seguido en los cuatro días posteriores todos sus hermanos; Horus, Set, Isis y Nefty. A festejar, por tanto, la noche del 24, el nacimiento de un dios.
Los romanos, en su política expansionista, aceptaban a los Dioses de las culturas que conquistaban, y si un Dios cobró importancia, ese fue el Dios oriental Mitra, que fue adoptado por las legiones romanas como su “patrón”. Este Dios, señor del cielo y de la luz, nació milagrosamente del seno de una roca, y fueron los pastores quienes dedicaron a ese niño sus primeras alabanzas. Mitra, según las escrituras romanas, nació también en un 25 de diciembre, de nuevo, la segunda fecha en común con el cristianismo.
No debemos olvidar tampoco, aunque no cobró importancia hasta Aureliano, el culto al “Sol Invicto” Este Dios, de origen posiblemente sirio, queda instaurado aproximadamente en el 274 y desde entonces se considera de gran importancia para la religión romana y posteriormente para el cristianismo, pues la gran mayoría de estudios que buscan un paralelismo entre el cristianismo y Roma lo encuentran en esta figura. El “Solis Invictus” nace el 23 de diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno, fecha en la que el sol queda anulado por las sombras y en la que comienza el camino hasta que vence finalmente a las tinieblas en el solsticio de verano (coincidiendo con San Juan). Esta festividad fue muy importante en los últimos tiempos del imperio romano antes de la entrada de la iglesia.
Es en el año 330 cuando parece que Constantino decide trasladar la navidad como fecha de nacimiento de Jesús al 25 de diciembre, fecha cercana al nacimiento del Sol Invicto para de ese modo, asimilar la religión cristiana, oficial ya en ese siglo, a un culto popular tremendamente extendido. Este cambio fue muy significativo, ya que con esa asimilación de fechas da a entender que es cristo el verdadero sol invicto, y que el nacimiento de la luz es representado por Cristo. Es entonces cuando queda fijado en el calendario romano la fecha del nacimiento de Jesús como conocemos hoy en día.
Este traslado de fechas a conveniencia del nuevo imperio cristiano-romano, dejó a la Biblia con una referencia temporal del nacimiento de Jesús que no coincide con la lógica, pues según el evangelio de Lucas, los pastores cuidaban de sus rebaños al raso, algo difícil de creer en pleno diciembre;
“Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y, de noche, se turnaban velando sobre el rebaño. Se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvía con su luz…” (Lucas, 2, 8-14)
Entonces, ¿exactamente cuando nace Jesús? Es una pregunta complicada a la que cada autor da la suya. Si nos remitimos a fuentes de la antigüedad, Clemente de Alejandría, en el 194 d.c apunta tres fechas como posibles. La primera, el 18 de noviembre del año 3 de nuestra era. Aunque también apunta al 19 de abril o el 20 de mayo de ese mismo año 3.
Avanzando en el tiempo, siglo y medio más tarde, encontramos a San Epifanio que data la navidad el seis de enero, aunque da como fecha de la concepción el 20 de mayo con otra alternativa al 21 de junio, lo que supondría que Jesús nació prematuro entre dos y tres meses antes.
Sea como sea, si hacemos caso a la estadística el nacimiento de Jesús queda irremediablemente más cerca de la primavera que del invierno.
El año exacto del nacimiento es otra de las cosas que ha creado no solo polémica sino también dudas. Está históricamente reconocido que no nació hace 2008 años. Según las escrituras, José y María se desplazan a Belén para que se tome nota de sus nombres en el censo romano. El censo era una herramienta de control muy habitual en Roma. Dicho censo constaba de dos etapas, una primera de registro, dónde se realizaba un inventario de las personas y sus propiedades, y una segunda de recaudación, dónde se acudía a pagar dichos impuestos.
Fue el legado romano Publio Sulpicio Quirino quien ordena este censo por orden del emperador Augusto;
"Por entonces, salió un decreto del emperador Augusto, mandando hacer un censo del mundo entero…" (Lucas 2, 1-2)
Según la documentación romana, este censo parece haber tenido lugar hacia el año 8 antes de cristo. Esto hace que muchos autores se inclinen por la posibilidad de que el censo del que habla Jesús quizás no fuera el primero, sino el segundo, pero en ningún caso distaría ocho años un censo de otro, con todo lo más un año, con lo que tenemos como fechas el 8 y 7 a.c.
En el siglo VI, Dionisio el Exiguo fechó el nacimiento de Jesús en el año 753 desde la fundación de Roma; pero el monje astrónomo olvidó el año cero y los cuatro que César Augusto gobernó bajo el nombre de Octavio. Esos errores implican que Jesús nació, como mínimo, cinco años antes del año cero cristiano
Mateo nos dice que gobernaba “Herodes III el Grande” cuando Jesús nace y, gracias al historiador romano Flavio Josefo, sabemos que este rey murió poco después de un eclipse lunar visible en Jericó en la noche del 12 al 13 de marzo de 4 a.c. Así pues, hay que situar la natividad entre 8 a.c, fecha del posible censo, y 4 a.c, fecha de la muerte de Herodes el grande.
Si intentamos ser más concretos podemos remitirnos a otro evento acaecido en las escrituras, y es la presencia de una estrella que guía a los reyes magos hasta el nacimiento de Jesús.
El científico alemán Kepler fue uno de los primeros que investigó, desde el punto de vista astronómico, con la intención de dar una fecha concreta para el nacimiento de Jesús. En 1604 constató la repentina aparición de una estrella entre Júpiter y Saturno durante una de las tres conjunciones de esos dos planetas. Calculó que hubo otro triple acercamiento de los dos planetas en el año 7 a.c y durante los meses que van desde mayo hasta septiembre. Esta triple conjunción podría haber sido la estrella de Belén y en ese caso, si damos por cierta la afirmación de Kepler, tenemos como posible año del nacimiento de Jesús en el año 7 a.c, y durante los meses de primavera.
Desde luego que todo lo relacionado con estas fechas nos resulta fascinante y sobre todo, al intentar despejar del misterio todas las fiestas y como hemos dicho al comienzo, de toda su intención misterica, dando como resultado un tema apasionante del que uno comienza a investigar y no sabe dónde parar.
En próximos días volveremos con más dudas al respecto.